martes, 17 de enero de 2012

A la Hora de decir Adiós.

Muchos no tocan este tema por la susceptibilidad del mismo y en si, del ser humano. Pero el decir "Adiós" definitivamente a un ser querido duele. En verdad no se ve el sol hasta que una no cruza ese horizonte de dolor, días grises y melancolía que siguen al despedir a una persona de este mundo... o al menos, a su alma. Su cuerpo, se queda y optamos por colocarlo siete pies bajo tierra... y luego olvidamos.

¡Con que facilidad algunos olvidamos los que han dejado este mundo!

En abril próximo se cumplen cinco años de la partida de mi abuela paterna. Debo de admitir que vivió mucho mas que la mayoría ¡Sobrepasando los ochenta y cinco años! Incluso admito que no llegué a despedirme de ella en buenos términos.

Bueno, no me despedí del todo.
Como toda mujer con un solo hijo, ella creía que mi padre era solo para ella. Que no tenía derecho al brindarnos cariño... que nosotras sus hijas, robábamos su atención de él. ¿Medidas desesperadas de una mujer que comprendía que ya pasaba a un segundo plano con respecto a las hijas (sus nietas), o en verdad miedo a la soledad? Jamás lo admitió como lo último. Tal vez si lo hubiera admitido, hubiésemos visto sus acciones y palabras hirientes como intentos desesperados para conservar un poquito de control. Pero no fue así. Era una mujer dura en sus convicciones y sus sentimientos. Brindaba todo su amor a un sobrino que trataba como si fuera el hijo de sus entrañas y los hijos de estos, como sus verdaderos nietos.
Pero somos seres humanos.
Estamos acostumbrados a cometer errores.

Y luego en abril fue diagnosticada con un tumor en el estómago. Luego de complicaciones, trece días interna y luego de una cirugía complicada, falleció. Falleció al menos tranquila pues había hecho las paces con mi madre, a quien por treinta años, no la trató como una hija... pero tampoco como una enemiga. Yo no llegué a decir "Le perdono todo lo que me dijo y actuó en aquel momento en mi contra". Aún así su conflicto conmigo (Su nieta mayor), le había causado fricción con mi madre en las últimas semanas antes del diagnóstico con su enfermedad. Mi madre la perdonó en su lecho. Entró en un paro respiratorio hacía las diez de la noche de aquel lunes y luego de intentos infructuosos por estabilizarle, finalmente falleció.

Pero yo como nieta, la había perdonado mucho tiempo atrás... incluso antes de caer enferma.

Comprendo que las personas a veces actúan irracionalmente por miedo a perder el control. Comprendo que el ser humano está lleno de imperfecciones y es lo que nos hace precisamente humanos.

Nunca le guardé rencor.

Fui a su funeral y delante de su cuerpo mortal me despedí de ella.

No traté de hacer lo imposible y llorar como si no viera el fin, porque no le guardé rencor y tampoco tenía la conciencia culpable.

No traté de hacer después de muerta, lo que no le di en vida.

Incluso diariamente la recuerdo precisamente porque revivo con mis acciones todas las expresiones que ella utilizaba por su ignorancia, por su egoísmo desmedido con mi padre y algunas veces, situaciones jocosas que alegraban el momento... y aún lo alegran en los momentos íntimos en el seno familiar.

Solo el que se marcha de este mundo es aquel que uno termina olvidando.

Este jueves pasado, una experiencia parecida despertó en mi recuerdos de aquellos casi cinco años atrás. Ahora con una tía abuela por el lado materno. Asistimos a la funeraria y vi el dolor enmarcado en una de las dos hijas de la tía abuela.  En las nietas que mas la comprendían y perdonaban sus rabietas. Porque señores llegar a la vejez (94 años) y encima no tener arranques infantiles y algunos incomprensibles para los jóvenes es muy grande. Pero el ser humano como bien dije es lleno de imperfecciones. A la hija que mas lastimó era la que se mostraba el dolor mas palpable de perder a su madre. Ya hacía años que había perdido a su padre. Pero su madre estaba presente todos los días de su vida.

Nos dolía mas ver la desesperación de su persona por haber perdido a su madre.

Nosotras nos despedimos aquella noche. Y es porque teníamos compromisos y deberes laborables que nos impedían ir al otro día a brindar nuestro apoyo a nuestra prima y dirigirnos con su madre a su última morada. Pero dijimos adiós y pedimos que la resignación llegara a  el alma de los dolientes.  Es muy difícil despedirnos de los seres queridos, pero como familia (sea de sangre o simplemente por una estrecha amistad), debemos de brindarnos apoyo unos a los otros, brindar un poco de simpatía y servir de consuelo a los dolientes. Ver como y de que manera podemos ayudarles a hacer el período de duelo mas pasable... tratar aunque sea de brindar una llamada esperanzadora. Visitarlos cuando sea posible. No hacernos los desentendidos una vez el cuerpo está siete pies bajo tierra.  Hablar ayuda. Recordar experiencias buenas y jocosas de la vida a su lado, también trae confort a los que se han quedado atrás. Servir de apoyo y darles cierta resignación ante el momento de duelo y simpatizar con su momentánea tristeza, ayuda a superar mas rápidamente el dolor y no es olvidar al difunto.

Porque las personas que han dejado huellas en nuestras vidas, jamás se olvidan.

1 comentario:

  1. ¿Te cuento algo? Los adultos deberíamos estar SIEMPRE preparados para la muerte, para la inevitable hora en que nos iremos. Y cuando una persona tiene la dicha de envejecer no debería haber excusas para no prepararse. Por "prepararse" me refiero a no dejar pendientes, a estar en paz con todos y hacer que las personas a su alrededor TAMBIÉN se preparen.

    La muerte es algo demasiado cotidiano para que pensemos que la nuestra será especial. Lo único especial que tendrá la nuestra es que no podremos evitarla, pero siempre podremos prepararnos para ella.

    Morir es natural. Es el punto del cuerpo-alma en que ya no soportamos más desgastes, heridas físicas o emocionales que nos van minando. Aunque la muerte también puede ser repentina, lo usual es que muramos luego de muchos años y que nos mate una enfermedad que se prolongue, al menos, por unos meses. ¿Cómo entonces no nos podemos preparar?

    Con lo de tu abuela, la verdad, lo lamento muchísimo porque siento que quedaron cuentas pendientes, quizás no tuyas, pero sí de ellas, y eso, aunque no haya rencor, sí deja un dejo de tristeza. Diferente fuera si todos hubieran asumido la muerte como necesaria y oportuna, dolorosa siempre, pero suficientemente digna para ser tomada con dignidad y orgullo. Algo como "me muero porque no puedo evitarlo, pero hasta muriéndome gozaré de satisfacción y paz".

    Aprendamos a morir.

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