“Haz lo que digo, no lo que hago…”
Hace mucho que no escribo en este blog. Tengo tantas ideas
para postear y sin embargo, se quedan enmarcadas en solo eso, ideas. Espero que
en los próximos meses, sacar unos momentitos de mi agenda (cada semana más
complicada) y brindarles un poco de mis pensamientos, los cuales a veces rayan
en lo fantasioso pero pensamientos al fin.
Mi hermana dice que las personas cuando se vuelven padres y
madres les colocan inyecciones de estupidez…
y es difícil no estar de acuerdo con aquella aseveración cuando sin ser
madres (al menos ella y yo), vemos día con día los incidentes hogareños que los
padres provocan con sus incoherencias, su desgane por convertirse en lo “que juraron que jamás
serían” y eso es, espejo de sus propios progenitores.
Mientras el tiempo avanza vemos padres que si se entregan al
diario vivir de los hijos son manipulados de manera tal que terminan siendo
sirvientes, esclavos y dependientes sentimentales de sus hijos. Que compran el
cariño, la atención y la disciplina de sus hijos con objetos y hasta comidas favoritas
de sus descendientes; que son amigos y no padres.
La crianza de antaño se vivía con “Batuta y constitución”
Alzar la voz o llorar sin provocación era impensable veinte años atrás. El
saludo a la entrada o salida de un establecimiento o el saludo a los tíos,
abuelos, padres y padrinos eran “sagrados”.
Ahora es un milagro si un niño en un lugar público saluda
con cortesía o con reverencia a sus mayores. Si acaso tropieza o empuja a un
adulto, es extraño que se disculpe o espere reproche. Incluso si la otra
persona le reclama, viene el padre a demostrar que la educación (o ninguna) de
su hijo está justificada al defender a su vástago y no ofrecer las disculpas
necesarias.
Antes un niño no ponía mano en los establecimientos
comerciales. Ahora es lo más normal del mundo que ellos correteen por ahí y
hasta rompan objetos de valor sin la debida supervisión adulta.
Entonces viene lo mas gracioso, en donde hay padres que
tienen un vocabulario digno del peor de
los mercados de la ciudad. No filtran ni tampoco controlan su manera de
convivir con los demás, de expresar sus ideas o impresiones. Cuando discuten entre ellos, utilizan expresiones y dialectos que no esperan que sus hijos "Imiten" pero sin embargo ellos son los modelos a seguir.
Pero esperan que sus hijos sean diferentes a ellos, claro,
ellos sin contribuir al objetivo de esa meta.
Hace meses leyendo el twitter de una celebridad @iansomerhalder
me tocó leer su experiencia mientras esperaba en fila de un supermercado y
delante a él estaban una madre con su hijo. No recuerdo bien el detalle de la discusión
pero se cerró con esto en donde la madre le reclama al chiquillo “Haz lo que
digo, no lo que haga”.
Si quieren que sus
hijos sean entes productivos de una sociedad, como seres humanos solemos tomar
modelos ideales (o no tan ideales) que se encuentran a nuestro alrededor. La
mayoría de los casos es una figura que admiramos por la forma de comportarse y de
pasar en la sociedad y con sus semejantes ya sean adaptados o rechazados de la
misma sociedad. Por tanto ¿Cómo esperan los padres que sean entes de bien si
ellos precisamente son los roles a imitar por los hijos?
Por tanto ¿Cómo hay padres que se sorprenden cuando sus
hijos son arrestados o peor aún, asesinados en intercambios de disparos con las
autoridades del orden o de grupos sociales por control de un sector en
particular? ¿Por qué se sorprenden que sus hijos sean arrestados o se den a la
fuga por cargos en narcotráfico o lavado de activos? ¿Se sorprenden aun
sabiendo que la llegada de su hijo con dinero extra en la casa resulta
altamente sospechosa? Cuando de la noche
a la mañana, aparece en un vehículo del año, con regalos ostentosos o con
amistades de dudosa reputación.
Y entonces vuelve a mi mente la anécdota del actor Ian
Somerhalder hace una semana cuando precisamente estando en un establecimiento
me ha tocado vivir en carne propia este dicho de la anécdota del actor.
Una niña y su madre delante de mí. La madre estaba esperando
turno para pagar y la niña insistía en un helado. La madre le dice que no. Que no
va a comer helado y la niña insistiendo que quiere un helado. Cuando la madre
se niega nuevamente, la niña dice una palabra obscena y la madre le da una
galleta, pronunciando palabras obscenas mezcladas con “te voy a quemar la boca,
que voy a hacer contigo” seguidas por más palabras obscenas usadas por la niña
y al final le grita “Eso no se le dice a tú madre. Haz lo que te digo”. Y se
marcha con la niña del establecimiento.
¿Cómo esperar que la niña actúe de otra manera cuando
precisamente el modelo a seguir actúa precisamente de esa forma? Es difícil querer
que la sociedad o sus individuos cambien cuando la mayoría actúa de una manera
tóxica y entonces vienen a exigir disciplina, comportamiento opuestos a los que
ellos mismos ponen como espejo en el diario vivir.
Y para concluir repito lo que he leído de manos de una amiga
twittera “Somos la última generación la cual aún respeta a sus padres y mayores” tal vez porque somos la última generación criados bajo el ejemplo y la creencia de "Haz lo que yo digo porque yo lo hago".